Las 17:58, dos minutos para que se conectara. Todos los días,
a la misma hora, durante cinco meses me sentaba frente al ordenador esperando
su “conectado”. Qué triste es esperar con tanta ansia una simple palabra en la
pantalla. Pero a veces las cosas más simples son las que más felices nos hacen.
La razón por la que siempre chateábamos a las 18:00, su
culpa. La explicación es sencilla, era a la hora que salía de clase y podía
conectarse en la biblioteca. Los fines de semana eran otra historia; esos días
no tenían horarios. Digamos que ella era como un trabajo, pendiente del reloj
los días de diario, pero los sábados y domingos me los daba libres. Libres para
no pensar en exceso lo rápido que pasa el tiempo, para estar más despreocupado,
para la calma, en definitiva libre para nosotros. Aunque toda libertad tiene
sus cadenas. La nuestra era a su vez la única vía de comunicarnos, la pantalla.
Esa bendita y maldita pantalla. A la que hay días que damos gracias por
habernos conocidos y podernos comunicar a pesar de la distancia y otras en las
que nos damos cuenta que no es suficiente, que ese ordenador no es un vehículo
que nos permite viajar uno al lado del otro. Es una barrera, un muro que atonta y que crea
falsas esperanzas. Las redes sociales son redes de mentiras. Parecemos peces en
un gran acuario, ni siquiera en una playa, libre, espaciosa, con salidas. No,
en un acuario, encerrados. Y no creo que a los peces les gusten mucho las
redes.
Pero somos humanos, y pese a lo que nos digan, somos el
animal más estúpido que hay. Caemos en una red
y en vez de enfadarnos e intentar huir, sonreímos y decimos frases como:
”¿Cómo podía vivir antes la gente sin esta tecnología?” Muy fácil, quedaban, se
miraban a los ojos, sí, cara a cara, no cam por cam, aunque no os lo creáis. Y si
la situación era difícil, el papel se
inventó alrededor del año 200 a.C. Se escribían cartas, que a mi modo de ver
son más románticas e interesantes que un “ola k tal (emoticono de sonrisa)”
Y en cuanto a esto, si estoy tan en contra de todas estas “mentiras”
¿Por qué las utilizo? ¿Por qué no simplemente quedábamos tras la pantalla de la
retina? La razón; mi culpa. La explicación… no era tan sencilla, o simplemente
no quería que fuera tan sencilla.
Y ella se daba cuenta de esto. Claro que se daba cuenta. No era
tonta, era una de las cualidades que me gustaba de ella. Seguramente no nació
inteligente. Muy poca gente lo hace. La gente se forma, se hace intelectual, en
definitiva se hace más inteligente;
leyendo, estudiando, viajando… Ella lo hace a base de preguntas, de
averiguar cosas y pese a que ya he dicho que me encanta que sea una chica
bastante lista, odio sus preguntas: “¿Te avergüenzas de mí? Si no eres el de la
foto me lo puedes decir, yo soy bastante normalita. ¿Por qué nunca quedamos?”
Yo le respondía: “ No, no me avergüenzo de ti; Sí, soy el de
la foto; y no se él porqué concreto pero
creo que es por miedo a que algo vaya mal”
Ya he descrito la cualidad más importante para mí en ella,
su hambre por averiguar. ¿La mía? Me considero un chico bastante sincero. Y cuando
digo que no me avergüenzo de ella es cierto,
y cuando digo que soy el de la foto, es cierto, y cuando digo que me da
miedo quedar con ella sigue siendo cierto pese a que oculte la razón principal por
la cual viene ese miedo. Que sea sincero no implica que no pueda ocultar la
verdad en ciertas ocasiones. Y mientras esas ocasiones sean por urgencias, y
para no perderla seguiré ocultándole la verdad y seguiré considerándome sincero.
Pero se coge antes a un sincero que oculta la verdad que a un
cojo. Y aunque ella no me cogió del todo, se cansó de perseguirme” Me considero
una chica bastante paciente (otra cualidad) pero me he cansado de esperar una
respuesta que nunca llega. De un TÚ que nunca llega. No me has dejado verte, sólo
en fotos, siempre has tenido una excusa para no mostrarte y no puedo seguir
conociendo a alguien que no quiere que se lo conozca. Solo he podido leerte con
mi voz, aunque bien sabe Dios que me he imaginado cientos de veces esas
palabras con la tuya. Eres un chico atento, que sabe escuchar (una leve sonrisa
se me escapó de los labios cuando leí eso pese a la situación en la que nos encontrábamos.
Me pareció gracioso.) y eso me encanta. Pero como ya he dicho, me encanta
alguien de un texto. Es como enamorarme de un protagonista de un libro. Y eso
no es malo, pero ya sabes, los libros se acaban. La gente dice que hay que
pasar página pero yo la he pasado tantas veces contigo que se me han acabado. Lo
siento…”
Se hizo una pausa…
una pausa en internet no es tan violenta como en persona pero sigue siendo
molesta.
Finalmente escribió; “¿Nada
que decir?”
Con otra leve sonrisa irónica contesté: “ No, nada que decir”
Esta historia no es de película, no acaba con una despedida
perfecta, con las palabras adecuadas y con los personajes idóneos. Porque esta
historia no tiene guión.
Sus últimas palabras fueron: ”Vale. Adiós”
y se desconectó
Si en ese momento hubiese podido, habría gritado. Pero la razón
por la que no lo hice es la misma por la que no quería quedar con ella o por la
que le había dejado escapar segundos antes… Soy mudo.
Sé que hay personas como yo que tienen una relación y son
felices. Pero yo no, soy sincero, mudo y gilipollas. Ah, y sé escuchar, que
manda cojones que si un mudo no sabe escuchar…
¿Por qué al menos no intenté decírselo? Bueno, creo que no
hay cosa más jodida y patética que tener que escribir “ Soy mudo”. Lo escribes porque no hay más remedio. Si la
otra persona no conoce el lenguaje de los signos no hay otra manera.
Y aunque lo hubiera escrito, aunque me hubiese armado de
valor y hubiese dejado atrás la vergüenza
y el orgullo y se lo hubiese contado, me sé la respuesta.
Como ya he dicho antes sobre las pausas de internet. Yo vivo
en una pausa eterna y por lo tanto vivir conmigo sería estar molesto
eternamente y no permitiría que una persona a la que quiero estuviese molesta
en cada instante.
No permitiría que una persona a la que quiero no escuchase de
mi boca… eso… Un te quiero.